Es un tabú de nuestra sociedad aceptar que hay madres que no quieren a sus hijas, pero es más real y frecuente de lo que nos gustaría reconocer.
Pero existen, vemos a sus víctimas en consulta, peleando por llenar un agujero negro de infelicidad que arrastran desde la infancia
y que en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera es consciente, porque duele nombrarla.
La madre tóxica es una mujer que ha llegado a la maternidad por caminos poco deseables, por convencionalismos, porque así estaba diseñado
su guion de vida, porque eso es lo que de ellas se esperaba.
Renegar de la maternidad o simplemente ejercer el derecho a no serlo, no era, ni es, algo aprobado por la sociedad.
Aquellas mujeres que han decidido libre y abiertamente no ser madres han sido miradas con recelo y suspicacia por la mayoría de su entorno.
Siempre. Incluso ahora.
Hay diferentes formas de madres tóxicas, pero todas incluyen la culpa, la manipulación, la crítica cruel, la humillación, la falta de empatía,
el egocentrismo puro.
Son madres que hacen saber a sus hijas que no están a la altura de lo que se espera de ellas, envidian sus éxitos, recelan su necesidad de independencia,
rivalizan con ellas en un patológico escenario vital donde la víctima ni siquiera sabe que lo es.
La mayoría de las niñas que han sido criadas por este tipo de mujeres no son capaces de entender que toda su inseguridad, falta de autoestima,
necesidad de aprobación, autoexigencia brutal, dificultad para la intimidad emocional y vacío profundo, procede de la falta de amor primario.
Tratamiento con Flores de Bach. Alejandra Ruzo

