La ansiedad quiere que me levante. Si no me levanto, alguien se decepcionará, o perderé una fecha límite, o todo el mundo
pensará que soy perezoso, o simplemente seguiré girando y girando y girando en espiral.
La depresión no me deja levantarme. Si me levanto, tendré que fingir una sonrisa a todo el mundo, o simplemente
heriré a más gente, o no podré concentrarme porque ¿quién puede concentrarse en algo cuando todo lo que haces no tiene sentido?
Cuando los dos brotan al mismo tiempo, me vuelvo total y completamente inútil. Aunque mi mente puede estar
yendo a un millón de millas por minuto y no quiero nada más que ser productivo para poder aliviar algo de la tensión
de preocuparme por mis responsabilidades, físicamente no puedo levantarme. No puedo seguir adelante porque
por cada pensamiento de carrera, hay una cuerda que lo retiene.
Alejandra Ruzo

